MISIONES DE KISANGANI - REPUBLICA DEMOCRATICA DEL CONGO
PADRE GIOVANNI PROSS – misionero dehoniano en Kisangani.
Su primer destino: Garbagnate Milanese. Con otros dos hermanos inicia un trabajo de “misiones” en un barrio donde no existe todavía una comunidad cristiana y por ello ninguna estructura parroquial. Asiste a la universidad de IULM y se gradúa en Lenguas y Literaturas extranjeras modernas. En el 1985 pide ir como misionero. Se traslada a Zaire (actual Republica Democrática del Congo) en Enero de 1987. Su primer destino (y el único), Kisangani, en la Provincia Oriental de la RDC. Durante los primeros tres años enseña latín, francés y religión. En el instituto intercongregacional de Kisangani enseña `el pensamiento social de la Iglesia´, hasta el 2010. Capellán en la Prisión Central. Ha construido y dirige La Maison St. Laurent y La Maison Ste Bakhita.
Como profesor, tenía la necesidad de realizar la misión. La Prisión Central de Kisangani se convirtió así en mi destino de misión. He conocido la miseria más grande del hombre y me he sentido pequeño al afrontar los problemas de este ambiente. Solo la idea de que en cualquier persona está la imagen de Dios, tal vez descolorida o manchada, me daba la fuerza de trasladarme a aquel lugar de sufrimiento. De aquí a la Prisión de menores el paso fue pequeño. Otras miserias, otros problemas de difícil solución. Es entonces, cuando en el 1989 con el P. Gianni, nos apoyamos en un viejo decreto ley para asegurar la manutención de 9 niños. Queríamos ayudarles y cambiar su modo de vida. ¡Fue una ilusión enorme! Más tarde, hubo un saqueo general llevado a cabo en la ciudad por los militares, y nuestros niños obtuvieron un botín que les permitió dejar la casa e ir a donde querían. Después de un año de tregua, conocimos a un joven licenciado en Psicología que quería trabajar en este campo con nosotros, e inició un programa que miraba más por la prevención de los niños que por la asistencia pura. Con su sensibilidad y su buena voluntad, se reanudó en 1991, una actividad que propiciaba el encuentro de los niños en las calles de su territorio. Se basaba en la necesidad de escolarizar a estos niños, ofreciéndoles una actividad que pudiese garantizarles una profesión, con el objetivo de reunirlos con la familia y reinsertarlos en la sociedad. En 2001, mucha gente nos pidió que nos interesásemos también por las niñas, fue entonces cuando abrimos un punto de acogida en un viejo taller mecánico.
La Cruz Roja Internacional demandó nuestra colaboración debido a la movilización de los niños-soldado, y durante dos años en nuestro centro tuvimos a 115 niños que habían abandonado el ejército con sus diferentes funciones de guerra.
Hoy, la Maison St. Laurent acoge a 91 niños y la Maison Ste. Bakhita a 37 niñas.
¿Cómo nació esta elección misionera?
Mi infancia. La escuela me influyó bastante. Era el más pequeño de la clase, incluso me llamaban gnomo. Me encantaba el fútbol. Vivía con otros hermanos, me inculcaron la generosidad, el saber perdonar, y a entender que existen diferentes formas de pensamiento. Lo más bonito que ha podido marcar mi elección de vida y mi interés en la misión, es la implicación que tenía mi familia con los pobres. Casi cada día venía un pobre que pedía dormir en el establo por una o más noches. Para nosotros era una alegría: escuchábamos historias de vida, veíamos con nuestros propios ojos situaciones que no imaginábamos, sentíamos la necesidad de dar una pequeña ayuda basándonos en las palabras del Evangelio: “aquello que hacéis por uno de los más pequeños, me lo hacéis también a mi”.
Mi vocación tiene sus raíces más profundas en mi familia, pero las figuras de sacerdotes en particular, me han marcado y han constituido un elemento decisivo para mi elección de vida: los capellanes que estuvieron en Volano durante mi infancia y adolescencia, y un primo misionero en Brasil. Lo que me llamaba la atención de ellos era el entusiasmo y la gratitud que mostraban al estar con nosotros y con la gente. Fuertes en sus convicciones morales y religiosas, sensibles en la dificultad, siempre alegres y dispuestos a escuchar.
Mi vocación misionera, presente en mi infancia como cualquier otro sueño de un niño, despertó y cogió consistencia en los primeros años de sacerdocio en Garbagnate Milanese. Se formó un “grupo de solidaridad” que se informaba de los problemas del tercer mundo y que actuaba para ayudar a los misioneros en las obras sociales.
LA MAISON ST.
LAURENT E LA MAISON STE. BAKHITA
Casas de acogida para niños y niñas abandonados
Nacida en 1989 como comunidad de
acogida para prisioneros liberados y en espera de regresar a sus pueblos. En
1991, la Maison St. Laurent redirigió su atención a los niños detenidos en la
Prisión de menores. Los padres que la gestionan desde entonces son P. Gianni
Lamieri y el P. Giovanni Pross, y visitan regularmente la Prisión Central de
Kisangani, que se encuentra a 15 km en la orilla izquierda del río Congo,
reservada a los condenados a cadena perpetua y a pena de muerte.
En enero de 1991 la comunidad acogió a
12 menores, respaldada por las autoridades judiciales, basándose en el decreto
ley de 1950.
El programa formativo: escuela, trabajo y deporte.
Alfabetización y trabajo manual son las
columnas de esta experiencia. Los niños tienen colegio por la mañana y por la
tarde preparan pan. Algunos aprenden a hacer ataúdes en nuestra pequeña
carpintería. La compra de un terreno, permite hacer el trabajo agrícola dos
veces por semana. La búsqueda de estas ocupaciones es hacer que los niños
comprendan que se puede vivir de un trabajo honesto. De hecho, tanto el pan
como los ataúdes no requieren mucho tiempo de trabajo y los ingresos son
inmediatos. Un poco de deporte y algunas acampadas completan el programa de
entretenimiento.
El programa, con sus altos y bajos, terminó
abruptamente debido a un saqueo de toda la ciudad operado por los militares y
completado por la población, en septiembre del mismo año. Los chicos, se
enriquecieron con el botín del saqueo y abandonaron el programa.
El fracaso de esta experiencia nos hizo
buscar una nueva fórmula. Y se hizo evidente que con jóvenes de 14-15-16 años
el gasto de energía psicológica y también económica es enorme.
Estos chicos están acostumbrados a conseguir
un montón de dinero con el robo. Fumar cannabis es habitual, y el trabajo y
estudio están muy lejos de sus ideales.
Una nueva pista: resultados alentadores
Con un joven que estaba a
punto de terminar la carrera de Psicología,
encontramos una nueva pista.
El elevado número de niños
que deambulan por las calles hace que se deban tomar medidas preventivas, para
evitar que estos chicos sufran la experiencia de la cárcel.
Tras unos meses de
“descanso” y la presencia sobre el terreno en el punto de encuentro de los
chicos, conseguimos que algunos vengan a nuestra casa. Un poco de colegio,
deporte, los pequeños talleres y alguna otra cosa con los jóvenes mayores. Los
resultados son alentadores y al final del año escolar se matriculan todos los
niños en las escuelas de la ciudad. A petición, les damos la bienvenida y les
acogemos también por la noche, así es como nace el internado.
El número aumenta, más
chicos quieren ir también a la escuela. Cada uno de ellos requiere una
investigación sobre la situación de la familia y las razones de su presencia en
la calle. El objetivo principal es reunirles con las familias y volver a
reinsertarlas en la sociedad.
La guerra desestabilizó las
tareas manuales. El pan se convirtió en alimento para personas selectas: la
harina llega por vía aérea, los aserraderos que nos proporcionaban madera
gratis para el horno desaparecen, y el poder adquisitivo es inexistente. La
panadería cierra sus puertas.
La carpintería sufrió la
misma situación. Los muertos aumentan, pero las autoridades civiles y militares
que nos encargan los ataúdes, no pagan y se nos acumulan las deudas.
Nadie puede permitirse el
lujo de encargar muebles, ya que no hay dinero. Los dos carpinteros tienen que
seguir con los chicos que quieren aprender, por lo que el trabajo se reduce a mantener
las máquinas ocupadas y construir algo para la casa en sí: sillas,
mesas, camas…
Los niños soldado
Durante los años de guerra
el fenómeno de niños - soldado se disparó. El Comité Internacional de la Cruz
Roja (CICR) recogió muchos niños de ambos frentes
beligerantes. El CICR nos pidió firmar un memorando de acuerdo para albergar
a estos niños- soldado hasta que pudieran regresar a sus pueblos. Teníamos que
crear un nuevo lugar de acogida, y se ofreció a ayudarnos un amigo musulmán.
Nos vimos obligados a contratar a educadores preparados aunque con gran
dificultad, hasta que finalmente tuvimos mayor participación.
Este programa ha visto pasar más de 150
jóvenes los cuales han recibido cursos de alfabetización y la posibilidad de
hacer un poco de deporte y trabajar en el campo. El CICR continúa actualmente con "niños no acompañados", en varios pueblos del país,
a la espera de ponerse en contacto con sus familias y lograr la reunificación.
Los niños acusados de brujería.
El fenómeno
de los “enfants sorciers” (niños acusados de
estar embrujados), ha hecho crecer desmesuradamente el número de niños
abandonados por sus familias y obligados a vivir en las calles. El fenómeno
tiene varias causas. Una muy relevante es la miseria, acrecentada por la
guerra, por la cual las familias se encuentran
con muchas bocas que alimentar. Basta con un comportamiento un poco extraño del
niño, para que sea acusado de todas las desgracias posibles, incluso de ser los
culpables de matar a personas a kilómetros de distancia.
Una casa también para las niñas
Por diferentes partes
nos vimos estimulados de abrir una casa también para las niñas. No nos
sentíamos preparados, pero con la ayuda de Sor Giovanna (camboyana) aceptamos.
Alquilamos un viejo taller mecánico y acogimos a las primeras 15 niñas. La
Maison St. Laurent se nos hizo pequeña, el lugar donde habitaban era
insuficiente. Nació la idea de construir una nueva casa para los chicos, en un terreno
cercano a nuestro seminario, dejando así la Maison St. Laurent para las niñas.
Un amigo del sector
humanitario de la MONUC nos ayudó a contactar con personas interesadas en
subvencionarnos. La embajada alemana de Kinshasa aceptó financiar el 70% del
coste del proyecto. Los benefactores y la Provincia (obra social de la
Provincia SCJ del Congo) aseguraronn la cobertura del 30% restante.
En el momento de comenzar
los trabajos, la sección de la MONUC para la protección de la infancia y el
destacamento militar de la Embajada de USA a Kinshasa, propusieron ayudarnos en
la construcción de la casa de las niñas. Mientras la MONUC ha mantenido la
promesa de la parte, los americanos no cumplieron la suya. Gracias a la intervención excepcional
de algunos benefactores italianos, los trabajos pudieron comenzar y terminarse.
Para la casa de los chicos,
los trabajos fueron realizados por el P. Wilson Hobold. La de las chicas fue
levantada bajo la supervisión de un Hermano Benedictino con muchos años de
experiencia en la construcción en Congo.
La Maison Sanit Laurent y la Maison Sain
Bakhita oggi.
Hoy los niños de la Maison
St. Laurent son alrededor de 90, y las niñas de la Maison Ste Bakhita 40.
De este grupo forman parte
también los niños más pequeños, que dada la edad, no pueden vivir con los más
grandes. La asistencia al colegio es obligatoria para poder estar con
nosotros. Tan pronto como sea posible,
después de la investigación, reuniones y negociaciones, cuando la familia esté
preparada, los chicos volverán con ellos o con parientes cercanos. Para quienes
no hayan acabado la escuela secundaria (etapa anterior a la profesional) nos
hacemos cargo de los gastos del colegio por lo menos de un año. Para el resto
buscamos una ocupación, algo muy complicado, pero aun así hemos tenido casos de
contratación positivos.
El esfuerzo acaba
dando sus frutos.
El orgullo de
la obra de St. Laurent está en haber dado a un centenar de niños la posibilidad
de aprender a leer y a escribir, e incluso para algunos conseguir el diploma de
escuela superior. Muchos han reanudado las relaciones con sus familias, y otros
han continuado individualmente. Por desgracia otro grupo de chicos una vez que
salieron de la Maison St. Laurent, volvieron a la vida de la calle y acabaron
en la cárcel.
Una casa para los más pequeños.
Una experiencia
totalmente especial en los últimos tres años: acoger a los más pequeños. La
policía nos dejó una neonata de una semana, con el cordón umbilical rasgado y
un vendaje sobre la boca, abandonada detrás de una casa un poco alejada del
tumulto de la gente.
Dimos la bienvenida a tres
niños, dos gemelos de cuatro años con su hermanita de tres, hijos de una mujer
que padecía locura que no hacía otra cosa que golpearles.
Otro niño de cerca de 3 años está con
nosotros, fue abandonado en un gran mercado de la ciudad y nadie sabía quién
era. Nadie respondió a los llamamientos en la radio.
El SIDA es otra plaga que hace aumentar
el número de nuestros huéspedes. Una buena parte de los niños que están con
nosotros son hijos de padres muertos por SIDA. En nuestras dos casas hemos
tenido decenas de niños por esta misma razón y otros que conviven con esta
enfermedad.
La casa de los más pequeños está casi
lista, aún no tiene nombre y falta amueblarla, pero ya tenemos niños que
esperan habitarla.
La búsqueda de educadores.
La experiencia de la Maison St. Laurent
y Ste. Bakhita es posible gracias al trabajo de una veintena de educadores. No
es fácil encontrar a gente dispuesta a trabajar como voluntarios, y a veces nos
hemos visto obligados a recurrir a jóvenes de buena voluntad conscientes de la
emergencia pero sin una preparación específica para este tipo de servicio. Es
éste el verdadero problema. Las casas están, los huéspedes por desgracia no
faltan, pero se necesita gente que tenga corazón para estas criaturas. El Señor
que nos ha guiado hasta aquí, sabrá acompañarnos para ayudar a todos los niños
que vengan a nosotros.
Gracias.
Una palabra obligatoria: GRACIAS.
¿A quién? A todos aquellos que, de
cerca o de lejos, material, espiritual y moralmente nos han apoyado, y que han creído
que esta es una obra según el espíritu de P. Dehon, palabras del Evangelio.
P. Giovanni Pross
Últimamente el fenómeno de abandono de
los más pequeños, también neonatos, nos ha llevado a construir una caseta con
20 plazas. Está supervisada por una pequeña comunidad de la congregación local
de las hermanas. Con la ayuda de personas generosas, el edificio fue casi
totalmente pagado.
Ahora hay que amueblarla. Hemos hecho una estimación: calculando el
coste de una cama con todo lo necesario (colchón, mesilla de noche, ropa de
cama, almohadas, mosquiteros, toallas), adquiriéndolo todo en el territorio.
Para un niño el coste
es de
150,00 Euros.
Te pedimos si puedes
contribuir a la compra de un kit para un niño. Para el resto, comida, sanidad,
colegio...otros amigos generosos están en ello.Haz clic aquí para hacer una donación para apoyar el proyecto “Una cama para un niño”
(GRACIAS)