venerdì 17 maggio 2013

POST EN ESPAGNOL


MISIONES DE KISANGANI - REPUBLICA DEMOCRATICA DEL CONGO

PADRE GIOVANNI PROSS – misionero dehoniano en Kisangani.

Nacido en Volano, en la provincia de Trento (31.08.1951), segundo hijo de una familia de 5 hermanos y una hermana. A los 11 años ingresa en el seminario de Trento en la congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón (Dehonianos). Sigue la formación normal del plan de estudios. Se convierte religioso en el 1969 y sacerdote en el 1977.
Su primer destino: Garbagnate Milanese. Con otros dos hermanos inicia un trabajo de “misiones” en un barrio donde no existe todavía una comunidad cristiana y por ello ninguna estructura parroquial. Asiste a la universidad de IULM y se gradúa en Lenguas y Literaturas extranjeras modernas. En el 1985 pide ir como misionero. Se traslada a Zaire (actual Republica Democrática del Congo) en Enero de 1987. Su primer destino (y el único), Kisangani, en la Provincia Oriental de la RDC. Durante los primeros tres años enseña latín, francés y religión. En el instituto intercongregacional de Kisangani enseña `el pensamiento social de la Iglesia´, hasta el 2010. Capellán en la Prisión Central. Ha construido y dirige La Maison St. Laurent y La Maison Ste Bakhita.
Como profesor, tenía la necesidad de realizar la misión. La Prisión Central de Kisangani se convirtió así en mi destino de misión. He conocido la miseria más grande del hombre y me he sentido pequeño al afrontar los problemas de este ambiente. Solo la idea de que en cualquier persona está la imagen de Dios, tal vez descolorida o manchada, me daba la fuerza de trasladarme a aquel lugar de sufrimiento. De aquí a la Prisión de menores el paso fue pequeño. Otras miserias, otros problemas de difícil solución. Es entonces, cuando en el 1989 con el P. Gianni, nos apoyamos en un viejo decreto ley para asegurar la manutención de 9 niños. Queríamos ayudarles y cambiar su modo de vida. ¡Fue una ilusión enorme! Más tarde, hubo un saqueo general llevado a cabo en la ciudad por los militares, y nuestros niños obtuvieron un botín que les permitió dejar la casa e ir a donde querían. Después de un año de tregua, conocimos a un joven licenciado en Psicología que quería trabajar en este campo con nosotros, e inició un programa que miraba más por la prevención de los niños que por la asistencia pura. Con su sensibilidad y su buena voluntad, se reanudó en 1991, una actividad que propiciaba el encuentro de los niños en las calles de su territorio. Se basaba en la necesidad de escolarizar a estos niños, ofreciéndoles una actividad que pudiese garantizarles una profesión, con el objetivo de reunirlos con la familia y reinsertarlos en la sociedad. En 2001, mucha gente nos pidió que nos interesásemos también por las niñas, fue entonces cuando abrimos un punto de acogida en un viejo taller mecánico.
La Cruz Roja Internacional demandó nuestra colaboración debido a la movilización de los niños-soldado, y durante dos años en nuestro centro tuvimos a 115 niños que habían abandonado el ejército con sus diferentes funciones de guerra.
Hoy, la Maison St. Laurent acoge a 91 niños y la Maison Ste. Bakhita a 37 niñas.

¿Cómo nació esta elección misionera?

Mi infancia. La escuela me influyó bastante. Era el más pequeño de la clase, incluso me llamaban gnomo. Me encantaba el fútbol. Vivía con otros hermanos, me inculcaron la generosidad, el saber perdonar, y a entender que existen diferentes formas de pensamiento. Lo más bonito que ha podido marcar mi elección de vida y mi interés en la misión, es la implicación que tenía mi familia con los pobres. Casi cada día venía un pobre que pedía dormir en el establo por una o más noches. Para nosotros era una alegría: escuchábamos historias de vida, veíamos con nuestros propios ojos situaciones que no imaginábamos, sentíamos la necesidad de dar una pequeña ayuda basándonos en las palabras del Evangelio: “aquello que hacéis por uno de los más pequeños, me lo hacéis también a mi”.

Mi vocación tiene sus raíces más profundas en mi familia, pero las figuras de sacerdotes en particular, me han marcado y han constituido un elemento decisivo para mi elección de vida: los capellanes que estuvieron en Volano durante mi infancia y adolescencia, y un primo misionero en Brasil. Lo que me llamaba la atención de ellos era el entusiasmo y la gratitud que mostraban al estar con nosotros y con la gente. Fuertes en sus convicciones morales y religiosas, sensibles en la dificultad, siempre alegres y dispuestos a escuchar.
Mi vocación misionera, presente en mi infancia como cualquier otro sueño de un niño, despertó y cogió consistencia en los primeros años de sacerdocio en Garbagnate Milanese. Se formó un “grupo de solidaridad” que se informaba de los problemas del tercer mundo y que actuaba para ayudar a los misioneros en las obras sociales.


 
 LA MAISON ST. LAURENT E LA MAISON STE. BAKHITA

Casas de acogida para niños y niñas abandonados



Nacida en 1989 como comunidad de acogida para prisioneros liberados y en espera de regresar a sus pueblos. En 1991, la Maison St. Laurent redirigió su atención a los niños detenidos en la Prisión de menores. Los padres que la gestionan desde entonces son P. Gianni Lamieri y el P. Giovanni Pross, y visitan regularmente la Prisión Central de Kisangani, que se encuentra a 15 km en la orilla izquierda del río Congo, reservada a los condenados a cadena perpetua y a pena de muerte.

En enero de 1991 la comunidad acogió a 12 menores, respaldada por las autoridades judiciales, basándose en el decreto ley de 1950.



El programa formativo: escuela, trabajo y deporte.

Alfabetización y trabajo manual son las columnas de esta experiencia. Los niños tienen colegio por la mañana y por la tarde preparan pan. Algunos aprenden a hacer ataúdes en nuestra pequeña carpintería. La compra de un terreno, permite hacer el trabajo agrícola dos veces por semana. La búsqueda de estas ocupaciones es hacer que los niños comprendan que se puede vivir de un trabajo honesto. De hecho, tanto el pan como los ataúdes no requieren mucho tiempo de trabajo y los ingresos son inmediatos. Un poco de deporte y algunas acampadas completan el programa de entretenimiento.

El programa, con sus altos y bajos, terminó abruptamente debido a un saqueo de toda la ciudad operado por los militares y completado por la población, en septiembre del mismo año. Los chicos, se enriquecieron con el botín del saqueo y abandonaron el programa.
El fracaso de esta experiencia nos hizo buscar una nueva fórmula. Y se hizo evidente que con jóvenes de 14-15-16 años el gasto de energía psicológica y también económica es enorme.
 Estos chicos están acostumbrados a conseguir un montón de dinero con el robo. Fumar cannabis es habitual, y el trabajo y estudio están muy lejos de sus ideales.

Una nueva pista: resultados alentadores

Con un joven que estaba a punto de terminar la carrera de Psicología,  encontramos una nueva pista.
El elevado número de niños que deambulan por las calles hace que se deban tomar medidas preventivas, para evitar que estos chicos sufran la experiencia de la cárcel.
Tras unos meses de “descanso” y la presencia sobre el terreno en el punto de encuentro de los chicos, conseguimos que algunos vengan a nuestra casa. Un poco de colegio, deporte, los pequeños talleres y alguna otra cosa con los jóvenes mayores. Los resultados son alentadores y al final del año escolar se matriculan todos los niños en las escuelas de la ciudad. A petición, les damos la bienvenida y les acogemos también por la noche, así es como nace el internado.
El número aumenta, más chicos quieren ir también a la escuela. Cada uno de ellos requiere una investigación sobre la situación de la familia y las razones de su presencia en la calle. El objetivo principal es reunirles con las familias y volver a reinsertarlas en la sociedad.

La guerra desestabilizó las tareas manuales. El pan se convirtió en alimento para personas selectas: la harina llega por vía aérea, los aserraderos que nos proporcionaban madera gratis para el horno desaparecen, y el poder adquisitivo es inexistente. La panadería cierra sus puertas.

La carpintería sufrió la misma situación. Los muertos aumentan, pero las autoridades civiles y militares que nos encargan los ataúdes, no pagan y se nos acumulan las deudas.
Nadie puede permitirse el lujo de encargar muebles, ya que no hay dinero. Los dos carpinteros tienen que seguir con los chicos que quieren aprender, por lo que el trabajo se reduce a mantener las máquinas ocupadas y construir algo para la casa en sí: ​​sillas, mesas, camas…


Los niños soldado

Durante los años de guerra el fenómeno de niños - soldado se disparó. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) recogió muchos niños de ambos frentes beligerantes. El CICR nos pidió  firmar un memorando de acuerdo para albergar a estos niños- soldado hasta que pudieran regresar a sus pueblos. Teníamos que crear un nuevo lugar de acogida, y se ofreció a ayudarnos un amigo musulmán. Nos vimos obligados a contratar a educadores preparados aunque con gran dificultad, hasta que finalmente tuvimos mayor participación.
Este programa ha visto pasar más de 150 jóvenes los cuales han recibido cursos de alfabetización y la posibilidad de hacer un poco de deporte y trabajar en el campo. El CICR continúa actualmente con "niños no acompañados", en varios pueblos del país, a la espera de ponerse en contacto con sus familias y lograr la reunificación.


Los niños acusados de brujería.

El fenómeno de los “enfants sorciers (niños acusados de estar embrujados), ha hecho crecer desmesuradamente el número de niños abandonados por sus familias y obligados a vivir en las calles. El fenómeno tiene varias causas. Una muy relevante es la miseria, acrecentada por la guerra,  por la cual las familias se encuentran con muchas bocas que alimentar. Basta con un comportamiento un poco extraño del niño, para que sea acusado de todas las desgracias posibles, incluso de ser los culpables de matar a personas a kilómetros de distancia.


Una casa también para las niñas 

 Por diferentes partes nos vimos estimulados de abrir una casa también para las niñas. No nos sentíamos preparados, pero con la ayuda de Sor Giovanna (camboyana) aceptamos. Alquilamos un viejo taller mecánico y acogimos a las primeras 15 niñas. La Maison St. Laurent se nos hizo pequeña, el lugar donde habitaban era insuficiente. Nació la idea de construir una nueva casa para los chicos, en un terreno cercano a nuestro seminario, dejando así la Maison St. Laurent para las niñas.
Un amigo del sector humanitario de la MONUC nos ayudó a contactar con personas interesadas en subvencionarnos. La embajada alemana de Kinshasa aceptó financiar el 70% del coste del proyecto. Los benefactores y la Provincia (obra social de la Provincia SCJ del Congo) aseguraronn la cobertura del 30% restante.
En el momento de comenzar los trabajos, la sección de la MONUC para la protección de la infancia y el destacamento militar de la Embajada de USA a Kinshasa, propusieron ayudarnos en la construcción de la casa de las niñas. Mientras la MONUC ha mantenido la promesa de la parte, los americanos no cumplieron la suya. Gracias a la intervención excepcional de algunos benefactores italianos, los trabajos pudieron comenzar y terminarse.
Para la casa de los chicos, los trabajos fueron realizados por el P. Wilson Hobold. La de las chicas fue levantada bajo la supervisión de un Hermano Benedictino con muchos años de experiencia en la construcción en Congo.

La Maison Sanit Laurent y la Maison Sain Bakhita oggi. 

Hoy los niños de la Maison St. Laurent son alrededor de 90, y las niñas de la Maison Ste Bakhita 40.
De este grupo forman parte también los niños más pequeños, que dada la edad, no pueden vivir con los más grandes. La asistencia al colegio es obligatoria para poder estar con nosotros.  Tan pronto como sea posible, después de la investigación, reuniones y negociaciones, cuando la familia esté preparada, los chicos volverán con ellos o con parientes cercanos. Para quienes no hayan acabado la escuela secundaria (etapa anterior a la profesional) nos hacemos cargo de los gastos del colegio por lo menos de un año. Para el resto buscamos una ocupación, algo muy complicado, pero aun así hemos tenido casos de contratación positivos.


El esfuerzo acaba dando sus frutos.

El orgullo de la obra de St. Laurent está en haber dado a un centenar de niños la posibilidad de aprender a leer y a escribir, e incluso para algunos conseguir el diploma de escuela superior. Muchos han reanudado las relaciones con sus familias, y otros han continuado individualmente. Por desgracia otro grupo de chicos una vez que salieron de la Maison St. Laurent, volvieron a la vida de la calle y acabaron en la cárcel.

Una casa para los más pequeños.

 Una experiencia totalmente especial en los últimos tres años: acoger a los más pequeños. La policía nos dejó una neonata de una semana, con el cordón umbilical rasgado y un vendaje sobre la boca, abandonada detrás de una casa un poco alejada del tumulto de la gente.
Dimos la bienvenida a tres niños, dos gemelos de cuatro años con su hermanita de tres, hijos de una mujer que padecía locura que no hacía otra cosa que golpearles.
Otro niño de cerca de 3 años está con nosotros, fue abandonado en un gran mercado de la ciudad y nadie sabía quién era. Nadie respondió a los llamamientos en la radio.
El SIDA es otra plaga que hace aumentar el número de nuestros huéspedes. Una buena parte de los niños que están con nosotros son hijos de padres muertos por SIDA. En nuestras dos casas hemos tenido decenas de niños por esta misma razón y otros que conviven con esta enfermedad.

La casa de los más pequeños está casi lista, aún no tiene nombre y falta amueblarla, pero ya tenemos niños que esperan habitarla.


La búsqueda de educadores.

La experiencia de la Maison St. Laurent y Ste. Bakhita es posible gracias al trabajo de una veintena de educadores. No es fácil encontrar a gente dispuesta a trabajar como voluntarios, y a veces nos hemos visto obligados a recurrir a  jóvenes de buena voluntad conscientes de la emergencia pero sin una preparación específica para este tipo de servicio. Es éste el verdadero problema. Las casas están, los huéspedes por desgracia no faltan, pero se necesita gente que tenga corazón para estas criaturas. El Señor que nos ha guiado hasta aquí, sabrá acompañarnos para ayudar a todos los niños que vengan a nosotros.


Gracias.

Una palabra obligatoria: GRACIAS.

¿A quién? A todos aquellos que, de cerca o de lejos, material, espiritual y moralmente nos han apoyado, y que han creído que esta es una obra según el espíritu de P. Dehon, palabras del Evangelio.

P. Giovanni Pross

 

Últimamente el fenómeno de abandono de los más pequeños, también neonatos, nos ha llevado a construir una caseta con 20 plazas. Está supervisada por una pequeña comunidad de la congregación local de las hermanas. Con la ayuda de personas generosas, el edificio fue casi totalmente pagado.
Ahora hay que amueblarla. Hemos hecho una estimación: calculando el coste de una cama con todo lo necesario (colchón, mesilla de noche, ropa de cama, almohadas, mosquiteros, toallas), adquiriéndolo todo en el territorio.
Para un niño el coste es de
150,00 Euros.
Te pedimos si puedes contribuir a la compra de un kit para un niño. Para el resto, comida, sanidad, colegio...otros amigos generosos están en ello.
Haz clic aquí para hacer una donación para apoyar el proyecto “Una cama para un niño”
http://www.fattipiuinla.it/images/grazie%20mission.jpg (GRACIAS)

des histoires


Félicité

Ma famille était une famille très unie, composée de 5 sœurs et d’un frère. Tous fréquentaient une secte appelée Branham, dans le quartier Mangobo. La maladie de la maman était une grande souffrance pour toute la famille. La médecine traditionnelle et même la médecine moderne n’aboutissaient à aucune solution. Papa a voulu commencer une série de prières pour obtenir la guérison de la maman. Aucun résultat positif. La famille a commencé à penser que la maladie de la maman venait de la malédiction de quelqu’un. Il fallait dénicher l’auteur de cette malédiction parmi les membres de la famille. Le pasteur de la secte proposait une semaine de jeun à toute la famille. A la fin du jeun on a conclu que la responsable de la maladie de la maman c’était moi, car j’étais sorcière. On m’a imposé une autre session de jeun forcé, farci de coup de baton pour me libérer des esprits mauvais.. J’ai fini par avouer ma responsabilité sur la maladie de la maman. Je disais de drôles de choses et toute la famille en était scandalisée. Tous se méfiaient de moi. Un jour je me suis échappée de la secte pour aller dormir n’importe où. Lorsque j’avais essayé de rentrer à la maison, les gens du quartier m’ont chassée de leur territoire. Ils avaient formé un cortège pour m’accompagner loin de leur zone, et ils hantaient à haute voix ma nouvelle identité de sorcière, de fille qui apportait du malheur partout. Enfin, une femme de bonne volonté m’a rencontrée et m’a confiée à une religieuse qui m’a accompagnée à la maison Bakhita.


martedì 7 maggio 2013

KISANGANI





MAISON ST LAURENT


La Maison Saint Laurent e Sainte Bakhita à Kisangani, en RDC, est un centre qui, depuis plus que 20 ans, accueille des  garçons et des filles qui vivent dans la rue. Souvent ils sont chassés par leurs propres familles, avec l'accusation d'etre des sorciers.
Actuellement ils sont au nombre de 137: 81 garçons de 6 à 13 ans habitent la maison St. Laurent;  les filles, de 3 à 13 ans et les bébés jusqu'à 5 ans  habitent la maison Ste Bakhita. Le centre a le but d'accueillir, accompagner, réunifier avec la famille et suivre après la réunification, ces garçons et ces filles  abandonés Più informazioni.




LA MAISON st LAURENT et LA MAISON Ste BAKHITA

La Maison St. Laurent nait en 1989 comme communauté qui accueille les détenus libérés de la prison centrale de Kisangani en attendant de rentrer chez eux. En 1991, elle s’intéresse aux mineurs détenus dans la prison pour mineurs (E.G.E.E.). Les initiateurs et responsables de cette œuvre sont les pères Gianni Lamieri et Giovanni Pross, missionnaires italiens de la Congrégation des Prêtres du Sacré-Cœur, ou Dehoniens. Ils visitent régulièrement la Prison Centrale et la Prison de Osio, à la Rive Gauche du fleuve Congo, à 15 Km sur la route vers Opala. Cette prison accueille les détenus condamnés à de longues peines, à perpétuité ou à la peine capitale.

En janvier 1991, la communauté accueille 12 mineurs de l’E.G.E.E. (Etablissement de Garde et d’Education de l’Etat), confiés par les autorités judiciaires, comme alternative à la prison, à partir d’un décret de loi de 1950. Quatre jeunes hommes collaborent avec la communauté : un enseignant d’école primaire, un étudiant en psychologie et deux guides scout.

Le programme formatif : école, travail, sport

L’Alphabétisation et l’apprentissage du travail manuel sont les deux objectifs concrets de cette expérience : Les garçons (de 14 à 17 ans) fréquentent des cours à la maison pendant la matinée. Le soir, ils préparent du pain. Nous avons une petite menuiserie. Des garçons apprennent à faire des cercueils. L’achat d’un terrain tout juste à l’entrée de la ville leur permet d’y aller pour des travaux agricoles deux fois par semaine. Le choix de ces activités vise à faire comprendre aux garçons qu’on peut vivre d’un travail honnête. En effet, et le pain et les cercueils, ne demandent pas beaucoup de temps de travail, et les entrées sont immédiates. Un peu de sport et quelques colonies de vacances complètent le programme formatif.

L’expérience, marquée par des hauts et de bas, prend fin  brusquement à cause d’un pillage de toute la ville, initié par les militaires et suivi par la population au mois de septembre de la même année. Les garçons s’enrichissent grâce au butin du pillage et quittent la ville.

L’échec de cette expérience nous oblige à revenir sur la formule et sur la cible de notre service. Tout d’abord, nous nous apercevons qu’avec des jeunes adolescents (14-15-16-17 ans), le déploiement d’énergies psychologiques et économiques n’en vaut pas la chandelle.  Ces jeunes se procurent facilement de l’argent par des vols. Il y en a toujours dans leurs poches. Fumer du chanvre est une exigence incontournable pour faire une quelconque activité. Le travail et l’étude sont des réalités qui ne donnent pas un résultat immédiat et tangible et exigent beaucoup d’effort pour ces jeunes qui n’ont jamais eu d’encadrement familial ni scolaire …

Une nouvelle piste : les résultats sont encourageants

Avec un jeune étudiant en dernière année de psychologie à l’université de Kisangani, nous cherchons une autre piste. Nous voulons faire de la prévention : empêcher que ces garçons évitent l’expérience de la prison. Le choix de cibler les plus petits qui errent dans les marchés de la ville devient impératif, obligatoire.

Nous nous donnons du temps. Nous rencontrons presque chaque soir les garçons qui vivent aux différents marchés de la ville. Les garçons viennent souvent à la communauté, surtout lorsqu’ils ont des problèmes avec leurs ainés ou la Police. Un peu d’alphabétisation, du sport, des petits services. La différence avec l’expérience passée est énorme. Les résultats scolaires sont encourageants. A la fin de l’année tous les garçons seront inscrits dans les écoles de la ville. Ils demandent de rester aussi pendant la nuit. Nous acceptons. C’est ainsi qu’est né l’internat.

Leur nombre augmente. D’autres garçons qui veulent reprendre l’école se présentent, avec leur lourde histoire. Pour chacun, nous faisons une enquête sur leurs familles et sur les causes de leur présence dans la rue. Le véritable but de notre service est de les réunifier avec leurs familles et les réintégrer dans la société.

La guerre du 1996 déstabilise les activités manuelles. Le pain devient un aliment pour riches : la farine arrive en ville par avion. Les scieries qui nous fournissaient gratuitement le bois pour le four de la boulangerie ferment. Et le pouvoir d’achat est presque inexistant. Notre boulangerie cesse de travailler.
Pour la menuiserie arrive presque la même chose. Avec la guerre les morts sont toujours plus nombreux, mais les autorités civiles et militaires qui nous commandent les cercueils ne paient pas et nous laissent des ‘reconnaissances de dette’ jamais honorées. Plus personne ne commande de meubles : ils ne pourraient pas payer de toute façon. Nous gardons toutefois les deux menuisiers. Ils ont un contrat et ils peuvent suivre les garçons qui veulent apprendre le métier et ne pas faire chômer les machines en fabriquant des chaises, tables, lits, armoires pour la communauté.
Les enfants-soldat
Pendant la guerre éclate aussi le phénomène des ‘enfants soldats’. Le Comité International de la Croix Rouge (C.I.C.R.) regroupe à Kisangani beaucoup de ces enfants qui sont au front où se battent les factions en guerre. Il nous demande de signer un Protocole d’Accord pour une collaboration. Il nous confiera ces enfants en attendant de retrouver leur famille et de les réunifier avec elle. Un ami musulman met à notre disposition les locaux d’une ancienne usine de pneus, gratuitement. Nous recrutons des ‘éducateurs occasionnels’ et construisons des lits et bancs pour la classe. Nous tenons bien, dans de nouvelles difficultés imprévues, même pendant la vague plus grande. Au total, en groupes de 15-20 enfants, nous accueillons environs 150 enfants. Le C.I.C.R. nous appuie dans le matériel pour l’alphabétisation, la nourriture et la santé. Le sport et un peu de travail agricole faisaient partie de leurs occupations. La collaboration avec le C.I.C.R. continue encore aujourd’hui dans le domaine des E.N.A (enfants non accompagnés).
Les enfants accusés de sorcellerie
Ce phénomène a fait grandir le nombre des enfants abandonnés par leurs propres familles et les a obligé de faire de la rue leur demeure. Les causes de ce phénomène sont nombreuses. La plus fréquente et évidente est la misère, augmentée pendant la guerre. Les familles se trouvent avec trop de ventres à remplir et trop de têtes à instruire. Il suffit qu’un enfant aie un comportement un peu drôle, et il est vite accusé d’être la cause de tous les malheurs possibles aussi de ‘manger’ (tuer) des gens qui sont loin.
De tout côté, nous sommes sollicités à ouvrir aussi une maison pour les filles. Nous ne nous sentons pas prêts, mais la disponibilité de sœur Giovanna, combonienne, nous emmène à accepter le défi. En janvier 2001 nous louons un ancien garage, dépôt de mitrailles et d’épaves de voitures et camions, et nous installons le premier groupe de 15 filles. La maison St Laurent est petite pour le grand nombre de garçons et le garage où vivent les filles n’est pas convenable. Nait ainsi l’idée de construire une nouvelle maison pour les garçons, dans le terrain où nous avons le champ à cultiver. Nous pourrons alors déplacer les filles dans l’ancienne maison des garçons. Un ami du secteur humanitaire de la MONUC nous aide à contacter des possibles bailleurs. L’ambassade d’Allemagne à Kinshasa accepte de financer le projet à 70% du coût total. D’autres bienfaiteurs assurent la couverture de 30% qui reste. Lorsque les travaux doivent commencer, la section de la MONUC Seven Children et le Détachement militaire de l’ambassade USA à Kinshasa nous proposent leur aide pour la construction de la Maison pour les filles. Tandis que la Seven Children maintient la promesse pour le montant convenu, les USA se sont éclipsés. Les travaux ont pu commencer et finir grâce surtout à l’intervention exceptionnelle de quelques bienfaiteurs italiens. Les travaux de la nouvelle Maison St. Laurent ont été suivis par le p. Wilson, alors que ceux de la Maison Bakhita étaient sous la direction du fr Joost, Prémontré de 80 ans.

La Maison st. Laurent et la Maison Ste Bakhita aujourd’hui
Au début de 2013 les hôtes à la Maison St. Laurent étaient 90, alors qu’à la Maison Ste Bakhita il y avait 27 filles et 13 petits enfants. En effet,  les plus petits ne peuvent pas vivre facilement avec les amis qui ont déjà un âge scolaire. C’est mieux qu’ils restent avec les filles qui sont suivies d’une manière spéciale par des mamans. Pour rester dans ce Centre (Maison St. Laurent et Maison Ste Bakhita) il est obligatoire de fréquenter l’école en ville ou l’alphabétisation sur place, à la maison. Le but poursuivi est celui de réinsérer le garçon ou la fille dans sa propre famille. Cela arrive après de longues négociations des éducateurs qui constituent le secteur de la réinsertion avec les familles. Lorsque la famille accepte de reprendre le garçon ou la fille, ceux –ci sont pris en charge par leurs parents ou par des membres de la famille élargie. Ceux qui n’ont pas terminé les écoles secondaires (normalement professionnelles), sont aidés par le Centre pendant une année avec le payement des frais demandés par l’école. Pour ceux dont la famille n’accepte pas leur retour, ou qui n’ont personne pour les accueillir, nous leur facilitons le paiement d’un loyer dans une maison très simple et essayons de leur trouver un emploi, chose très difficile à obtenir. Cette formule s’appelle « réinsertion en autonomie ». Il faut reconnaitre toutefois que des opérateurs économiques ont offert des emplois à plusieurs de nos garçons et filles, et souvent cela a bien marché.
Quelques bons fruits
Avoir donné à plusieurs enfants, filles et garçons, la possibilité d’apprendre à lire et à écrire et aussi d’atteindre un diplôme d’école professionnelle est une grande fierté du Centre. Mais la joie la plus grande est dans la réinsertion de plusieurs d’entre eux dans leurs familles.
D’autres, réinsérés avec la formule de l’autonomie ont fait du bon chemin dans la vie. Malheureusement pour d’autres, le soutien de la famille n’a pas été fort. Ils ont repris la vie de la rue, et les infractions commises, étant des adultes, les ont emmenés en prison. Dans nos visites nous les retrouvons dans ce lieu de souffrance.
Une maison pour les plus petits
Voici une expérience tout à fait particulière de ces dernières années : on nous a confié des bébés. Un jour, la Police de l’enfance nous a remis une bébé, avec le cordon ombilical déchiré et un sparadrap sur la bouche, abandonnée derrière une maison difficile à atteindre. Nous avons aussi accueilli trois enfants : deux jumeaux de quatre ans et leur petite sœur de trois ans, nés d’une maman déficiente mentale qui les battait à tout moment. Un autre petit de moins de trois ans est au Centre, ayant été abandonné dans un grand marché de la ville. Personne n’a su le reconnaitre. Inutiles les appels à la radio. Personne ne s’est jamais montré. Le SIDA est une plaie qui gonfle le nombre de ces enfants abandonnés. Plusieurs d’entre eux sont des fils de parents morts à cause du SIDA. Dans le Centre, nous avons eu des décès d’enfant atteints par ce syndrome, et d’autres vivent avec. Nous voulons séparer ultérieurement les groupes et nous avons songé à construire une maisonnette pour les plus petits. Une communauté de religieuses du lieu s’occupera d’eux. La maison est presque terminée. Il nous faut la meubler, mais des bébés attendent déjà de l’habiter. Elle sera opérationnelle à partir des grandes vacances 2013.
 La quête des éducateurs
Le service aux enfants du Centre est possible grâce à une vingtaine d’éducateurs. Il est impossible de trouver des gens disposé à un service bénévole. Parfois nous avons dû recruter des jeunes de bonne volonté, contraint par la situation, mais sans une préparation spécifique et sans un penchant sur ces enfants. Dans la restructuration de nos plans de formation, nous avons confié à ce genre d’éducateurs des tâches particulières qui ne demandent pas une préparation spécifique. C’est le véritable problème. Les enfants sont là. Les structures aussi. Mais nous avons besoins de personnes au cœur chaud pour ces enfants. Le Bon Dieu qui nous a conduit jusqu’ici nous accompagnera dans notre effort de servir au mieux ceux et celles qu’il nous confie. De notre côté nous offrons des sessions de formation adéquate pour tout le personnel du Centre.
Merci
En attendant de parler de nos bienfaiteurs, nous tenons à dire MERCI à tous ceux qui, de près ou de loin, matériellement, spirituellement et moralement nous ont soutenus, et ont cru que cette œuvre est selon l’esprit du p. Dehon (fondateur de la Congrégation des Prêtres du Sacré-Cœur) et surtout selon l’esprit de l’Evangile, pour donner de l’amour à qui ne l’a pas connu.

Video intervista su maison st Laurent